Estás en casa, tranquil@, viendo televisión. De pronto, percibes olor a quemado, miras hacia los lados buscando el origen del característico olor a humo. Efectivamente, ves salir humo por la rendija de la puerta de la cocina. Con solo acercarte a la puerta sientes como el calor se irradia sobre tu cuerpo. Intentas tocar el pomo de la puerta, pero te quemas la mano. Una vez percibido con tus sentidos el fuego, sin más que pensar, sabes que hay un incendio, no necesitas verlo, simplemente lo sabes.

De forma instantánea una alarma ancestral se activa en ti.

No existe ningún otro pensamiento más allá que salvar tu vida, todos tus músculos se contraen, para que puedas salir corriendo de allí. Prácticamente no razonas, sólo buscas la puerta de salida. Tu corazón late rápidamente, tiene que bombear sangre a todos los órganos para que puedan funcionar. Comienzas a respirar con gran rapidez, respiraciones cortas no profundas, para oxigenar la sangre que el corazón está bombeando y poder oxigenar a todo el organismo. Tus pupilas se dilatan. Tu boca se seca. La presión arterial aumenta. Dos pequeñas glándulas que hay sobre los riñones llamadas glándulas suprarrenales secretan en oleadas cortisol, adrenalina y noradrenalina, para continuar ayudando al organismo a que se active…

El cerebro, ese magnifico órgano que permitió que integraras los sentidos y los interpretaras correctamente como un incendio, es el director de esta maravilla de reacción.

El sistema nervioso simpático y parasimpático se coordinan en perfecta armonía, así como otros sistemas del cuerpo (por ejemplo, sistema endocrino, sistema circulatorio y renal).

En resumen, tu cuerpo por completo responde a este llamado de alarma logrando escapar. Cuando sales de casa, te das cuenta que has roto la cerradura, y no te explicas cómo ha sucedido. ¿Cómo has tenido tanta fuerza? Aproximadamente una hora después estas exhausto física y emocionalmente. Normal, después de tan espectacular activación orgánica.

Sí, el miedo, taquicardia (palpitaciones), taquipnea (aumento de la frecuencia respiratoria), sensación de no poder llenar los pulmones con aire, mialgias (dolores musculares) a causa de la tensión muscular mantenida, sensación de estar atrapad@, necesidad de salir corriendo, ganas de gritar, necesidad de huir, dolor u opresión en tórax, sensación de no poder pensar con claridad…  Todo esto te ha salvado la vida.

¿Reconoces estos síntomas y sensaciones desagradables?

Apuesto que sí, porque básicamente, es un mecanismo de protección y adaptación de los seres vivos. Estoy hablando de la Ansiedad como herramienta de reacción frente al daño, que nos permite defendernos o apartarnos de la circunstancia nociva para preservar nuestra integridad física y psíquica.

No es habitual, menos mal, enfrentar situaciones límites y potencialmente mortales a diario. No todos los días estamos en medio de una catástrofe, pero todos los días contamos con este mecanismo de protección.

Recuerde el principio de la historia, después de identificar el peligro se activó una alarma a la cual todo el organismo respondió. Visto de esta manera, es absolutamente positivo, porque el personaje se salvó por escuchar la alarma y reaccionar a ella.

Muchas personas padecen síntomas de la ansiedad, pero no los escuchan. Por así decirlo, su alarma se activó, pero no la supieron interpretar. No identifican el problema real, si no los síntomas, que sin lugar a dudas pueden ser abrumadores y preocupantes.  

La gran pregunta es ¿qué le quiere decir su ansiedad?

Tal vez, le advierte a gritos que se aleje de alguna relación tóxica, que modere las horas en el trabajo, que ponga límites de forma asertiva a lo que puede y sobre todo a lo que NO puede hacer. A lo mejor, ha detectado alguna relación laboral, familiar o de amistad como de maltrato y peligro real. También puede que le pida que mejore su alimentación o que haga ejercicio para relajarse. Quizás, le pide que establezca prioridades en su vida o puede que le advierta de su hipersensibilidad al medio y la forma en que maneja las situaciones…

Debe estar atento, porque si logra poner límites sanos y busca herramientas adecuadas para solucionar, reaccionar o alejarse de situaciones nocivas, es muy probable que mejore su calidad de vida.  

Muchas veces ocurre que los síntomas ansiosos se desatan sin que podamos relacionarlo con algo, o aun detectando el motivo no es posible controlar la ansiedad. Es el momento de buscar ayuda adecuada. Mientras que la ansiedad normal es un mecanismo de defensa y adaptativo, la ansiedad patológica puede convertirse en un trastorno difícil de tratar. Repercutiendo negativamente en la salud orgánica y psíquica de quien la padece, exponiéndole de forma constante a la activación antes descrita con el respectivo desgaste físico y mental. De modo que debe ser tratada de forma precoz y por un especialista.

Pregúntese, ¿Sobre qué me está advirtiendo mi ansiedad?

“Oír no es lo mismo que escucharse atentamente”.

Dra. Joana Cardozo Curvelo

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