La teoría del apego tiene su origen en el trabajo de John Bowlby (psicoanalista), quien describió al apego como la “fuerza central de motivación”. Un vínculo afectivo que se forma entre el hijo y su madre. Describió que era un medio de interacción humana esencial con consecuencias importantes en el desarrollo y funcionamiento de la personalidad. Bowlby, explicó que el apego entre el hijo y la madre o cuidador principal se desarrolla gradualmente, el resultado es que el bebe quiere estar con la persona que es capaz de reducir su ansiedad o aflicción. Así pues, el sentimiento de apego del bebe le da seguridad.

La teoría del apego ha sido estudiada durante años, y en la actualidad es un término que se continúa usando para describir una vinculación afectiva intensa que existe entre dos personas. Cuyo objetivo inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad en momentos de amenaza, ya que esto proporciona seguridad, consuelo y protección (definición que encontré en Wikipedia).

Por paradójico que parezca los niños necesitan tener apego con la madre (o quien desempeñe ese papel), desde su nacimiento necesita tener a quien recurrir en momentos de miedo, ansiedad, aflicción y tener la seguridad que esta persona le ayudará y le brindará protección. Progresivamente, a medida que va creciendo y madurando, va siendo más autónomo y el apego con sus cuidadores disminuye, pero previamente el niño tiene que ser dependiente para poder ser independiente como adulto.

Esa clase de apego es sano y absolutamente necesario. Más allá de teorías psicoanalíticas, todos sabemos que los niños necesitan un cuidador que garantice su supervivencia, sobre todo los primeros años de vida. 

¿Qué sucede cuando somos adultos? no cabe duda que somos seres sociales por naturaleza, hemos tenido que serlo para sobrevivir y para vivir mejor.  Teniendo la necesidad y el deseo de dar y recibir alguna clase de interacción emocional que va desde el amor, cariño, amistad, respecto, lealtad, consideración, entre otras. Progresivamente, vamos estableciendo nexos emocionales con las personas que nos rodean, unos más superficiales y otros más profundos e importantes, según el papel que esa persona represente en nuestra vida.

¿Son dañinos los vínculos interpersonales? No, en lo absoluto. Muy al contrario, la capacidad de relacionarse con los demás forma parte de la sanidad mental, nos nutre, nos enriquece como personas, nos permite comunicarnos y tener diferentes experiencias que tendrán impacto sobre nuestra vida. Pero, cuidado, le invito a que lea nuevamente la definición de apego que describí al principio, y como verá hay una gran diferencia entre un vinculo que se crea de forma instintiva para garantizar nuestra supervivencia y aliviar la ansiedad,  y los nexos afectivos que establecemos con los demás.

Un nexo afectivo tóxico puede llevarnos sin remedio a un estado de “necesidad/dependencia”, dejándonos en el total desamparo cuando esa persona u objeto de apego no está.  

¿Es eso lo que desea para su vida?, muchos de ustedes responderán de forma inmediata, no.

Realmente hay que tener cuidado con esto, los apegos no aparecen de la nada, si no que se desarrollan lentamente, tal vez sin darnos cuenta y no solo con personas, también con el trabajo o incluso con bienes materiales… Es decir, nos hacemos dependientes de una relación, situación y cosa que no durará eternamente, puesto que en la vida lo único constante es el cambio.

Voy a describir someramente algunos ejemplos, que se extienden más allá de una relación interpersonal, adaptado el concepto de apego:  

El apego en el trabajo es la causa de muchos trastornos adaptativos, ansiedad y depresión en la jubilación. Sí, una época que debe ser de “jubilo” para nosotros se constituye en un estado de malestar emocional, intranquilidad, sensación de desprotección, de pérdida de sentido vital. “…Yo soy ingeniero desde hace más de 40 años…”, y cuando no ejerza como ingeniero ¿Qué serás?. Pues, si toda la vida te sea ha valorado sólo como un ingeniero, en la jubilación probablemente estará perdido. Es reconfortante amar lo que uno hace, pero es mejor amarlo y separarlo de lo que somos, es más sano decir y sentir: “Yo soy juan que se desempeña como ingeniero desde hace más de 40 años». Si no se establece esa clase de apego en el trabajo cuando ya no ejerza seguirá siendo Juan.  

Otro ejemplo puede ser lo apegado que somos a los bienes materiales, este apego es muy fácil de establecer, porque en realidad es muy agradable y gratificante tener objetos que nos faciliten la vida. No estoy diciendo que tener dinero sea malo, pensar eso es extremista y ridículo. Lo que quiero trasmitir es que el autoconcepto no puede desarrollarse entorno a lo que tenemos, no podemos depender de ello. ¿Por qué?, ¿Qué pasará si tiene una crisis económica y no puede tener lo que siempre ha tenido?. Lo mismo que en el caso anterior, más sensación de inseguridad, desprotección e incluso la creencia limitante de no poder volver a tenerlo.

Otro apego interesante a valorar es el que podemos establecer con nuestra pareja. Si la relación que establece con esa persona es de necesidad y dependencia, no puede ser una relación sana. Se crearán tensiones constantes en la pareja, por el deseo imperioso de “proteger” y “vigilar” aquello que considera suyo y que, además, le aporta lo que usted mismo piensa que no puede proporcionarse “protección, calma, seguridad, bienestar”… Imagine ahora que la relación acaba, por el motivo que sea, ¿cómo cree que se sentirá?. Debastad@. Si ya es difícil afrontar una perdida, cualquiera que sea el origen de la misma, si la relación que ha establecido es de dependencia, usted se sentirá casi como un bebe sin su madre…

Es por esto que debemos hacer una revisión consciente de qué clase de apegos estamos estableciendo, independientemente si es hacia un objeto o hacia una persona.

 Sea honesto con usted mismo, si piensa que pudiera estar teniendo esta clase de dependencias, intente mejorar (en el trabajo, con sus amigos, hijos, pareja y familiares), diversifique los motivos de bienestar y no dependa de una persona, situación u objeto para sentirse pleno. Si no le es posible hacerlo por usted mismo, por sus antecedentes vitales, plantee el hecho de buscar ayuda con el objetivo de fortalecer sus herramientas emocionales y evitar o disminuir un sufrimiento futuro.

Primero soy, luego somos.

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